El pasado 16 de junio la rapera y activista mexicana Audry Funk visitó el Colegio Alcántara para impartir una charla desde su experiencia como artista a un grupo de 50 alumnas de 8° básico.
La experiencia fue resultado de una gestión conjunta entre la Corporación Cultural de Peñalolén y la Unidad de Equidad de Género de la Municipalidad de Peñalolén y su Secretaria Ejecutiva, Viviana Vicencio, con el objetivo de acercar las temáticas de género a través del arte y así, ayudar a las estudiantes a visualizar y empoderarse sobre su futuro.
Luego de la charla, en la que la artista mexicana compartió sus vivencias como mujer inmigrante en Estados Unidos e invitó a las estudiantes a reflexionar en torno a temáticas de género, identidad y feminismo, las estudiantes disfrutaron de un breve concierto con la música de Audry Funk.
La actividad fue bien recibida por las alumnas, quienes compartieron sus propias vivencias y valoraron la generación de espacios seguros para discutir sobre sus experiencias personales.
Audrey Funk, de México al Mundo
Audry Funk nació en Puebla, México. En la universidad estudió Filosofía, pero su militancia y activismo la llevaron por otro camino. Se inició en la música a los 15 años, en una banda de reggae. «Era muy divertido, los de la banda tenían que pedir permiso para que yo pudiera tocar, era muy chiquita», relató la artista.
— ¿Cómo te interiorizaste en el rap?
«Cuando entro a la universidad es que empiezo a meterme en el mundo del rap. Encontré la cultura hip-hop y me hizo sentido todo lo que yo quería hacer, no solamente como artista en el sentido de escribir y estar en los escenarios sino que trabajar en educación popular. El hip-hop para mí es una herramienta super chida de educación popular.»
— ¿Cómo inició tu militancia?
«Muy chiquita empecé a militar en acciones del barrio y en marchas. En México no era tan común. El feminismo llega a mí cuando yo entro a la universidad. Me empiezo a dar cuenta que sí, era muy padre estudiar Filosofía y todo, pero, por ejemplo, estaba leyendo a un autor célebre que decía que yo como mujer era un ser inferior, era un ser malogrado, que era casi como un no-ser humano.»
«A mí me choqueaba mucho cómo esta gente tan intelectual puede verme a mí como un ser inferior y, aparte, tengo que estudiarlo. Ahí empieza mi trabajo conmigo, como mujer: una se trabaja y entiende que tienes un lugar en el mundo y puedes compartir estas cosas que te hacen crecer.»
— ¿Y cuándo comenzaste a trabajar con escuelas?
«Cuando tenía como 20 años empecé a trabajar en escuelas en México con chicos del barrio en general. Después, cuando el feminismo llegó a mí, empecé a trabajar con muchas chicas haciendo talleres de rap. Eso lo he hecho en todos los territorios que he podido: toda Centroamérica, Suramérica, Europa. He trabajado con mujeres sobre todo racializadas, migrantes, de color. La educación popular a través del hip-hip ha sido lo que me ha empoderado.»
— ¿Cómo ha sido tu retorno a Chile?
«Regresar a Chile ha sido muy bonito para el espíritu, para mí, porque tengo mucha familia. Tengo mucha gente que considero familia. Pero también Chile influyó mucho en mi educación política. Creo que es un pueblo que, aunque muchos se perciban que no hacen mucho, la verdad es que es super combativo. Aquí en Chile aprendí mucho sobre ser militante y combatiente.»
«Y llegar a una escuela en mitad de Santiago, donde hayan chicas que quieran escuchar lo que tengo para decir y que aparte salieran tan movidas del taller, que salieran llorando, que me pidieran no solo la foto, sino que yo viera en sus ojos la felicidad de decir: “Wow, lo que yo acabo de recibir en este momento está siendo importante.” Es como regresar de alguna manera la educación política y combativa que yo recibí y entendí en Chile. Es como regresar la energía, regresar el amor.»
— Si pudieras destacar un punto en común y una gran diferencia entre México y Chile, ¿cuáles serían?
«El común denominador es que ya todas estamos hartas, hartos y hartes. Siento que el capitalismo se ha puesto tan avasallador que ya todas estamos en un punto de que esto está invivible, ¿no? Un punto diferente es que yo creo que Chile no es tan violento como México.»
«Yo vengo de un tejido social aún más roto y más normalizado en violencia. Pero vengo de un contexto donde no se es tan combativo hasta ahora. Ahora las chicas en México están super combativas y ya no les importa, porque claro, ya nos quitaron todo, hasta el miedo. Yo veo que aquí (en Chile) la gente hace mucho tiempo no tiene miedo de irse a los palos, a las piedras, con tal que sean escuchados. En México ha pasado que esa escalada se ha venido dando desde hace muy poco tiempo. La energía es diferente aquí.»
— ¿Qué aprendizajes te llevas de la experiencia con la escuela?
«Haber entendido que el trabajo que estoy haciendo hace mucho tiempo no es en vano. Es relevante y sirve, y que sigue siendo tan humano como hace 10 u 11 años que empecé a trabajar con chicas. Sigue siendo igual de humano, igual de necesario e igual de complejo hablarles de esas cosas sin que haya algo que te mueva.»
«La experiencia que me llevo es maravillosa, y no solamente es que ellas aprendan de mí, es que yo aprendo mucho de ellas. Yo me doy cuenta de las necesidades de las chiquitas y cómo poder atacarlas es lo importante. Cómo creas estos programas, estos discursos, estas formas para que a ellas les llegue, y que eso también se expanda. Hoy están ellas ahí con esto que les tocó, pero afuera van a tener otras compas con las que van a tener estas conversaciones, y así se va a expandir todo.»
—Es un trabajo en red…
«Es un trabajo en red, claro. Yo llego pero ellas siguen con el trabajo y claro, hoy les puse una semilla y esa semilla va a germinar en reflexiones que van a salir de esto. Eso es lo que me llevo: que se movieron corazones, se movieron energías.»